El proyecto Donbass busca retratar el olvido y la herida abierta de una población civil atrapada en un conflicto creado artificialmente desde el exterior. Una circunstancia que condena al ostracismo el drama de la cotidianidad y hace aún más impune la violencia del conflicto.
Una vez más la historia se repite. El juego geoestratégico entre Rusia y Occidente se ha cobrado una nueva víctima. Esta vez ha sido Ucrania. El balance de poder y el equilibrio de fuerzas está en juego, las consecuencias derivadas de lo que pueda ocurrir en este conflicto pueden marcar un antes y un después en nuestra historia reciente. Sin embargo, a nadie le importa el futuro y el presente más inmediato de una sociedad que ha sido utilizada como un peón de ajedrez en una partida en la que ellos no juegan.
Hace apenas un año Donbass era parte de Ucrania, pero ahora, Ucrania es el enemigo. En esta región al Gobierno de Kiev se le llama “Junta” y a sus integrantes fascistas. En las posiciones militares de las ciudades rebeldes ondean banderas de Nueva Rusia y antiguos mineros con Kalashnikov vigilan las fronteras de su nueva y autoproclamada patria. La ONU habla de más de cuatro mil muertos. Casi un millón de personas han huido de sus hogares.
En los pueblos arrasados por la guerra resuena la promesa de tres toneladas de carbón por familia para el invierno. No han visto un solo kilo. Ver el trabajo Donbass