¿Qué debe aprender el periodismo para cubrir los cultivos de coca y su erradicación?
Por Julián Bernal Ospina / @julianbernalosp
La charla versó sobre dos territorios complejos: el de la droga y el del Catatumbo, en Colombia.
Sobre la droga, a propósito de un libro llamado Nueva narrativa latinoamericana sobre drogas, que recoge 18 trabajos periodísticos “sobre drogas pero que no hablan de drogas”, según su editor, el periodista experto en cobertura de esta temática, Guillermo Garat, quien moderó la conversación. Se trata de un recopilado de ángulos y enfoques, en torno a la producción, el consumo y las políticas de drogas. Es un libro en el que, para Garat, no se menciona todo el tiempo la palabra drogas pues está oculta mucho más de lo que pretende explicar.
Acerca del territorio del Catatumbo, la conversación tuvo dos protagonistas: una periodista, Natalia Duque Vergara, quien había reportado desde la zona las movilizaciones de los campesinos contra la erradicación forzada de la coca, y el asesinato del joven Alejandro Carvajal, muerto tras el impacto de una bala. Esto coincidió con la llegada de tropas del Ejército a la vereda Santa Teresita, en el municipio Sardinata del Catatumbo, para promover la erradicación forzada. La otra protagonista fue María Carvajal, tía de Alejandro, campesina, lideresa y defensora de derechos humanos desde hace más de 30 años, proveniente del Catatumbo, una subregión ubicada en el departamento de Norte de Santander, en la frontera norte con Venezuela.
Esta actividad llevó por nombre ‘De la coca y su erradicación: ¿cuántas veces la misma historia?’, y se vivió el 23 de octubre. Fue una de las charlas ofrecidas en el marco del 10º Festival Gabo, como parte de la cuarta edición del Fondo para Investigaciones y Nuevas Narrativas sobre Drogas (FINND), que convoca la Fundación Gabo con apoyo de Open Society Foundations (OSF).
Hay que mostrar los rostros de las víctimas de la guerra contra las drogas
“Es difícil hablar de drogas en un país [como Colombia], en donde las narrativas de medios tradicionales y hegemónicos han construido una matriz compleja alrededor del tema. Han nublado la discusión y le han quitado los rostros a las víctimas de la guerra contra las drogas, que terminan siendo los campesinos, los productores, los que están en la primera parte de este proceso, y en últimas los consumidores”. Esto dijo la periodista de la Universidad de Antioquia, Natalia Duque Vergara.
Precisamente, un rostro de los que habló Natalia Duque es el de María Carvajal, quien no solo ha tenido que ver cómo han asesinado a su sobrino, entre otros muchos campesinos; ha sido víctima a su vez de estigmatizaciones y persecuciones a propósito de su liderazgo en la región como defensora de derechos humanos, y por su papel en las Asociaciones Campesinas. Por eso habló con determinación. Sus palabras retumbaban en el auditorio. Algunas veces se sentía que la rabia le enrojecía los ojos.
Para María Carvajal, el Catatumbo no es como lo pintan: es un territorio lleno de diversidad, que ha tenido que vivir en medio de una “guerra silenciosa”. La guerra se ha “naturalizado” por intereses de por medio en los recursos naturales como el agua y el petróleo, tanto de organizaciones de Colombia como del exterior. La guerra, sobre todo, se ha acrecentado por la política de erradicación forzada.
De hecho, según explicó, ella no conocía antes la coca. Su cultivo se dio por circunstancias ajenas a su voluntad, para ganarse la vida, como la mayoría de campesinos de la región. Después de que el Catatumbo se inundara de cultivos de coca –esta es la región colombiana con más siembras de este tipo–, llegó la erradicación forzada con el glifosato y la aspersión aérea que, en sus palabras, “generó hambre, destrucción y enfermedad”: fue “la gasolina para una llamarada de candela”. En 2009 María se quedó sin tierras. Desde entonces, se han gestado paros y movilizaciones, y se ha creado la Mesa de Interlocución y Acuerdo del Catatumbo (MIA), para un diálogo con los gobiernos. María espera que, con la llegada del presidente Petro, esta comunicación pueda ser fructífera.
“Los conflictos históricos son parientes lejanos de los que se viven ahora
Guillermo Garat orientó la conversación hacia el hecho de que el problema territorial en torno a la siembra de la coca no es solo de este momento: “Los conflictos de los años 50 y 60 son parientes lejanos de los que se viven ahora”, dijo.
María Carvajal oyó a sus padres hablar de guerras y de muertes, un problema que se intentó resolver con los Acuerdos de La Habana, suscritos entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC-EP en el 2016. Muchos campesinos de la región aceptaron acogerse a lo dispuesto por este pacto. Su objetivo era volver el Catatumbo una dispensa agrícola diferenciada. Entonces intentaron ingresar al Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos Ilícitos (PNIS).
Sin embargo, según lo señaló Natalia Duque Vergara en su reportaje “Con balas y a la brava: el Estado contra los cocaleros”, publicado en Mutante.org, escrito periodístico parte del libro Nueva narrativa latinoamericana sobre drogas, “ientras en las ciudades y los cascos urbanos de los municipios se socializaron y debatieron los componentes del programa, en la vereda Guayacanes del corregimiento de El Carmen en Sardinata, los campesinos no supieron mayor cosa. El PNIS nunca llegó a su vereda, los vecinos ni siquiera reconocen la sigla. Como tampoco llegó a las fincas de la mayor parte de las primeras familias que esperaban acogerse al programa en el municipio”.
Al respecto María Carvajal dijo: “no cumplió el gobierno de Duque. Lo dejó a medias. Eso hizo que nos dañara como asociación. Pensaron que éramos cómplices para hacerles ese daño. No cumplieron nada. Al campesino no se le engaña. El que obligó a sembrar coca fue Iván Duque, por haber hecho trizas el Acuerdo de Paz”.
Actualmente los campesinos del Catatumbo se han movilizado para crear una Zona de Reserva Campesina, puesto que, como consecuencia de las guerras, señalamientos y erradicaciones, se han quedado sin tierras, que han cambiado de dueño. Líderes de restitución de tierra han sido asesinados. Los campesinos, sin mayores opciones, han debido volver a cultivar coca. Los conflictos han sido similares a los de antaño; solo han cambiado las modalidades.
Además de este problema –que se acrecienta con el hecho de que aunque es la zona con más cultivos de coca, es la que menos integrantes del PNIS tiene–, María también se ha enfrentado a otro: el de las mujeres campesinas de la región. Para ella, “el horror de las mujeres no se ha contado”; por eso participó en los espacios dispuestos por la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad.
“¿Qué es lo que debe aprender Colombia?”
Según los panelistas, en Colombia los problemas alrededor del cultivo y producción de la coca no se han enfrentado de raíz. De igual forma que Colombia no conoce la complejidad de “las drogas”, tampoco conoce la complejidad de “El Catatumbo”. Para María Carvajal “la coca es una mata más, un árbol más. Los campesinos no ganamos nada con el cultivo de la coca; los que realmente se quedan con la ganancia son otros, quienes le dan la vuelta y la procesan”. Todavía más, al decir de Guillermo Garat, se discute mucho en América Latina sobre la oferta y producción, pero no se habla de la demanda de los países del Norte. Asunto que habría que tenerse en cuenta para una solución integral, tanto en la oferta como en la demanda.
Sin embargo, para comprender la producción de coca en Colombia, en especial la del Catatumbo, se hace necesario cambiar de enfoque hacia los campesinos que producen la hoja. Entenderlos más allá de simples víctimas. Tras la pregunta de Guillermo Garat de “¿Qué es lo que debe aprender Colombia?”, dijo Natalia Duque: “Hay que hablar del campesino no solo como una víctima sino como actor, con capacidad de decidir, entendiendo el contexto en donde está”. Los campesinos podrían, de acuerdo con la periodista, no solo pensar en producir otras materias primas, sino también elaborar productos finalizados que tengan un valor adicional, como por ejemplo aquellos que se derivan del cacao, o incluso usar la hoja de coca para crear innovaciones.
Ahora las condiciones están para un enfoque distinto de la política pública sobre la droga y la relación de los programas estatales con los cultivadores. Ese enfoque debe ser diferente de aquel de los últimos años, que ha dejado sobre todo muertes y desarraigos. En palabras de María Carvajal: “Sabemos que no es fácil, pero nada es imposible cuando hay voluntad. El campesino lo que sí tiene es palabra, esperamos que el gobierno cumpla con sus promesas de campaña”. Voluntad que existe ahora en el estado pero que, no obstante, requiere de mayor coherencia. Como lo dice Natalia Duque Vergara: “En el gobierno hay contradicciones. Están en contra de las erradicaciones, pero siguen. Se abre una ruta, pero hasta el momento eso se tiene que concretar en acciones más puntuales”.
Sobre Guillermo Garat
Colaborador de The Associated Press en Uruguay. Sus artículos han sido publicados en Le Monde Diplomatique, Gatopardo, revista Anfibia, Vice, New York Times y Washington Post en Español, El País, el Malpensante, EFE (Berlín) y otros. La mayoría de ellos sobre drogas y sociedad. Ha producido para Al Jazeera (EEUU), SBS de Australia o Deutsche Welle en Español. Autor del ensayo periodístico Marihuana y otras yerbas: regulación y uso de drogas en Uruguay (Random House, 2012). Ha editado artículos en la revista de periodismo narrativo Lento. También editó el libro Al otro lado: crónicas y reportajes sobre drogas y personas en Ecuador y Fármakon, el blog de drogas en América Latina de La Diaria. Editor de Nueva narrativa latinoamericana sobre drogas (Fundación Gabo, 2021). Alumno del Internationale Journalisten-Programme de Alemania.
Sobre Natalia Duque Vergara
Periodista de la Universidad de Antioquia. Ha contribuido a procesos de comunicación comunitaria con comunidades campesinas de varias regiones del país. Sus intereses están relacionados con las problemáticas rurales, política de drogas, movilización y derechos humanos. Cree en el periodismo como herramienta de transformación. Gestora de comunidad y asociada en Mutante.
Sobre María Carvajal
Campesina, lideresa y defensora de Derechos Humanos desde hace más de 30 años en la región del Catatumbo.
Sobre el Festival Gabo
El Festival Gabo es convocado por la Fundación Gabo, que inspirada en los ideales y la obra de Gabriel García Márquez, busca promover espacios de reflexión y debate y exaltar el periodismo ético, riguroso, innovador y de servicio público.
Este año la 10º edición del Festival Gabo, además de volver a la presencialidad, y debutar en Bogotá como punto de encuentro de los narradores de Iberoamérica, celebra los 40 años del Nobel otorgado a Gabriel García Márquez y se inspira en su discurso ‘La soledad de América Latina’.
El Festival Gabo es posible gracias a la alianza de la Fundación Gabo con los grupos SURA y Bancolombia, con sus filiales en América Latina, y la alianza de la Fundación Gabo con la Alcaldía Mayor de Bogotá.
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