¿Cómo ampliar la mirada al contar historias sobre drogas?

¿Cómo ampliar la mirada al contar historias sobre drogas?

Claudi Carreras, Diego García-Devis, Alejandra Cruz, Jorge Panchoaga y Marcela Turati. Foto: Julián Roldán / Fundación Gabo.

Durante décadas, los fenómenos relacionados con las drogas han sido un tema central en la agenda mediática de la región. Sin embargo, la atención predominantemente centrada en la violencia ha provocado que los medios periodísticos pasen por alto numerosas historias y perspectivas relacionadas con la producción y el consumo de drogas. Esto ha permitido que ciertos sectores y actores difundan creencias desinformadas y narrativas falsas.

Por este motivo, el Fondo para investigaciones y nuevas narrativas sobre temas de drogas, convocado por la Fundación Gabo y Open Society Foundations, entregará becas de entre USD 2.500 y USD 8.000 hasta a 25 periodistas para desarrollar investigaciones y coberturas sobre drogas que amplíen la mirada desde la que se aproximan al tema y que aumenten la profundidad de las piezas periodísticas. (Las postulaciones están abiertas hasta el 8 de noviembre de 2019).

En el marco de esta convocatoria, se abrió en el Festival Gabo 2019 un espacio de discusión sobre cómo el periodismo puede, por medio de investigaciones y reflexiones, ampliar esa mirada con el fin reconstruir las narrativas tradicionales sobre las drogas y contar los procesos de transformación que se están desarrollando en distintos países de la región. Estas fueron algunas de las conclusiones:

Mirada interdisciplinar, alejada del oficialismo

Las drogas son un tema transversal, que no gira solamente en torno a las sustancias y a quienes las comercializan, sino que toca una diversidad de sectores desde el desarrollo rural hasta la salud pública, pasando por la seguridad pública también, aunque este último sea muchas veces el único enfoque. 

De acuerdo con Alejandra Cruz, directora del Taller de Periodismo de la Fundación Gabo, al periodismo le falta conversar con gente de otras disciplinas para tratar el tema de las drogas. “La primera reacción es ir a la fuente oficial. El mejor ejemplo fue el debate de la recriminalización de la dosis personal en Colombia”, un debate según Cruz politizado y que debió haber sido llevado a un nivel mucho más técnico.

Por su parte, Diego García-Devis, director del programa de política de drogas de OSF, insistió en que la academia ya ha brindado grandes luces sobre temas de drogas, que el periodismo no ha sido suficientemente eficaz en trasladar a un lenguaje más fácil de digerir y que pueda hacer “un contrapunto a esas ideas de que ‘entre más militares en las calles, menos narcos’, y ‘entre menos microtráfico nuestros niños van a van a estar más sanos y más seguros’”. 

Un ejemplo de estos aportes que señaló García-Devis fue un estudio de la Universidad de los Andes sobre la incidencia en enfermedades dermatológicas y en abortos no deseados en los municipios donde donde se ha fumigado con glifosato. “Esa información no permea el debate público. Aún seguimos rotando alrededor de la idea de que el país nada en coca y no superamos esa discusión”. 

Evitar la narcotización del debate

García-Devis propuso narrar la problemática de la droga de una manera distinta, “porque la narrativa oficial sigue contando que en Colombia nadamos en coca”. 

“En Colombia -aclaró- hay 170 mil hectáreas cultivadas con coca de las 114 millones de hectáreas del territorio. No nadamos en coca. La mata de la coca no mata pero seguimos repitiendo un poco estos eslóganes, y es lo que construye imaginarios”.

En ese sentido, dijo que es necesario promover una manera distinta de pensar y contar el fenómeno y oponerse al statu quo de esos imaginarios. “Hay que repensar en la manera como narramos los fenómenos relacionados a la droga y superar la narcotización del debate”.

Desestigmatizar a las comunidades vulnerables

Existe para el fotógrafo e investigador Claudi Carreras un necesidad de poner el tema de la regularización -en lugar de la prohibición- sobre la mesa y plantear un debate abierto, para lo cual es de suma importancia la desestigmatización; es decir, ir más allá del discurso donde los culpables siempre son los mismos, en el que se genera una mirada totalmente parcializada que libera a los responsables y culpabiliza a los eslabones más débiles de las cadenas.

Según Carreras, se ha perpetuado un estereotipo que responsabiliza del problema de las drogas a comunidades como los campesinos, personas de escasos recursos en las urbes, afros e indígenas y, por ende, son estos los que tienen los números más grandes de encarcelados. Sin embargo, “el problema de la droga es un problema que tienes tú en tu casa y en tus fiestas, no es los muertos en México”, expresó Carreras. “Todo eso forma parte de toda la problemática, pero sólo nos fijamos en lo que de alguna forma está más estigmatizado”. 

De acuerdo con Carreras, dicho estigma proviene del abordaje oficialista, en la medida que la mayoría de los discursos políticos que se relacionan a la temática de drogas se manejan “por debajo de la mesa”.

“Es muy típico que un presidente cuando está en un gobierno hable de política de drogas estrictas, que genera muchos problemas de encarcelación y que tiene que ver con una estigmatización de comunidades, y que, cuando deja de ser presidente, se pone en una fundación a defender la necesidad de legalización de las drogas”, dijo. 

Alejarse del moralismo

Para Jorge Panchoaga, antropólogo y fotógrafo, las drogas y el narcotráfico han tenido tal incidencia en sociedades de Latinoamérica, que se han vuelto “parte de nosotros, de nuestra identidad y de nuestra cultura”.

Panchoaga explicó que general las familias en Colombia tienen una cercanía a los problemas del narcotráfico. “Es decir, tenemos aproximadamente de uno a dos niveles de consanguinidad: que algún primo, tío, hermano, el esposo de la prima se casó con un narco o con un ‘lava perros’, o con un piloto”

De alguna forma, dijo Panchoaga, la sociedad tiene que aceptar esa condición e intentar entenderla, y el periodismo debe contar ese proceso. Panchoaga propuso hacerlo desde las historias íntimas de las personas. 

Esto permitirá entender el problema desde distintas perspectivas para no abordarlo desde el moralismo, y generar discusiones desde distintos puntos de vista, más allá de una dicotomía de criminales y no criminales. “Esto pasa por contar historias de supervivencia, de gente que tuvo que [entrar el narcotráfico] para subsistir; pero sobre todo lo que nosotros tenemos que entender tanto como público, narradores o hacedores de políticas es que no todo se soluciona con la criminalización, y ya llevamos 60 años de eso”. 

“Si no enfrentamos la problemática de las drogas desde lo educativo ni desde lo científico ni desde la argumentación, sino desde lo moral, será muy difícil acercarnos en realidad a estas problemáticas”. 

Poner la luz sobre quienes están fuera de la onda criminal

De acuerdo con Alejandra Cruz, uno de los problemas que tiene el abordaje del tema de las drogas es que hay muchos personajes invisibilizados. El foco se ha suele poner en el acto criminal, pero poco se da el paso atrás hacia la intimidad de personajes que no solemos ver, quienes están desde el principio en el proceso productivo de la droga. 

Según la periodista mexicana Marcela Turati, en países con problemas de narcotráfico se comparte la criminalización “hacia cultivadores, hacia los que tienen que vender drogas en la calle, hacia los adolescentes que la usan, hacia los presos”. 

“En todos los países la población carcelaria crece”, dijo Turati. “Pero, cuando pasas la lupa ves que quizás el 1% era un jefe criminal”. Y agregó la mexicana que “muchas mujeres que están en cárcel es porque en algún momento por necesidad transportaron droga”.  

“Eso es lo más fácil y es lo que te presentan como los resultados de la lucha contra el narcotráfico (…) y a la gente que agarran tipo el Chapo Guzmán, que es el rostro -o a quien de que quisimos poner el rostro de esto-, al momento que lo agarran, hay diez que lo pueden suceder. Y es como un juego: es esta máquina para estar siempre matándonos y para que los más pobres sean los que paguen por estas políticas”, se lamentó Turati.

Ir a las raíces y encontrar alternativas

El estallido de la violencia en México en 2006, a partir de la declaratoria del presidente Felipe Calderón de la “guerra contra las drogas”, tomó desprevenidos a los periodistas en muchas zonas del país, como fue el caso de Marcela Turati. “Yo cubría comunidades indígenas, cubría programas sociales, pobreza y de un día a otro me tocó ir a la primera masacre”. 

Turati recordó que para aprender cómo tratar estos temas desde el periodismo acudieron a la guía periodistas colombianos “para saber esto cómo se cubría, qué fuentes buscar, qué podíamos leer, tuvimos un taller donde empezamos a ver también qué es lo que genera estas economías narcos, la cultura, la historia”.

Hicieron una lista muy grande de todos los temas que no cubrían, y poco a poco intentaron diversificarse, aunque Turati admitió que no es muy fácil en lugares como Ciudad Juárez, donde un periodista tiene cubrir varios asesinatos diariamente. “Me acuerdo de un fotógrafo en Juárez que en un turno de trabajo tuvo que cubrir 19 asesinatos, tomar fotos de 19 muertos. En esa vorágine ha sido muy difícil parar”. 

Sin embargo, Turati cree que el periodismo ya se está preguntando “bueno, ¿y qué pasó?”, y  está tratando de encontrar los orígenes del problema. “Llevábamos 12 años cubriendo en la niebla de la violencia sin ir a las raíces, cómo EEUU determina estas políticas, de dónde vienen, por qué la militarización, desde cuándo la cultura narco, desde cuándo empezaron los cultivos”.

Esto supone un reto respecto a cómo narrar todo ese contexto para que el público entienda, según Turati, “lo que está pasando, por qué está pasando, cómo podría no pasar y en qué lugares hay políticas distintas o se experimentaron otras cosas que se podrían hacer”.

Este conflicto que ha dejado más de 250.000 personas asesinadas, para Turati ha suscitado una “exploración de qué más se puede hacer: con números, como en nuestro mapa de fosas, que va narrando, con las visualizaciones y con los datos, los efectos de esta política contra las drogas. Hemos hecho websites, hemos tratado de contar de diferentes formas, como contar los efectos de estas políticas”.

Plataforma ‘Drogas, políticas y violencias’

Durante la charla se presentó la plataforma Drogas, políticas y violencias’, una iniciativa impulsada por Open Society Foundations. Esta surge a partir de un congreso con el mismo nombre que se realizó en Barcelona en octubre de 2018, al que fueron invitados más de 40 expertos a debatir el tema, entre ellos Ricardo Lagos y Ernesto Samper, expresidentes de Chile y Colombia, respectivamente.

Este proyecto transmedia busca abordar la problemática más allá de los estereotipos, humanizar a los agentes implicados y presentar diálogos creativos entre periodistas, literatos, fotógrafos e historiadores.

“Cuando hablamos de drogas hablamos de una cantidad de conceptos que son distintos, difíciles y muchas veces muy confusos”, explicó Claudi Carreras. “Entonces la entrada a esta plataforma es desde una serie de conceptos que están en una gran sopa, donde puedes ir eligiendo a qué tipo de planteamiento entrar”.

La plataforma contiene más de 10 proyectos fotográficos, y alrededor de 7 proyectos de textos que se han elaborado para el sitio. También incluye otros formatos como ilustraciones e incluso proyectos musicales.

“La idea es que la plataforma se convierta en un punto de encuentro de debate, que continuemos trabajando en la incorporación de nuevos elementos dentro de esta discusión”, agregó Carreras.

Sobre el Premio Gabo y el Festival Gabo

Es convocado por la Fundación Gabo con el objetivo de incentivar la búsqueda de la excelencia, la innovación y la coherencia ética en el periodismo, con inspiración en los ideales y la obra de Gabriel García Márquez, y en la dinámica de innovación, creatividad y liderazgo que caracterizan a Medellín, Colombia.

El Premio Gabo y el Festival Gabo son posibles gracias a la alianza público-privada conformada por la Alcaldía de Medellín y los grupos Bancolombia y SURA con su filiales en América Latina.

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