Más de un millón de personas, consideradas refugiados o migrantes, llegaron a Europa por mar en 2015, según datos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). La isla griega de Lesbos se convirtió durante meses en el epicentro de uno de los mayores exódos de los últimos tiempos. Cada mañana, tarde y noche, miles de personas embarcaban a bordo de precarias lanchas de plástico para cruzar los escasos 10 kilómetros con los que el mar Egeo separa las costas turcas de esta isla europea.
Sirios, afganos, iraquíes, pakistaníes, malienses, somalís, eritreos y personas de otras nacionalidades que en su mayoría huían de la guerra, arriesgaron su vida y en ocasiones la de sus hijos para alcanzar Europa de la única forma en que les era posible, la más peligrosa: el mar. Cada noche se ahogaba gente en el trayecto. Cada mañana aparecían cuerpos en la orilla. Cada día se repetían los gritos de pánico, los llantos y las hipotermias. Cada jornada, los reporteros repetían y enviaban las fotografías para que algo cambiara y para que nadie pudiera decir que no lo sabía. Ver el trabajo Refugiados en Grecia