Discurso de Luis Enrique Rodríguez, ganador del reconocimiento Clemente Manuel Zabala
Luis Enrique Rodríguez, ganador Reconocimiento Clemente Manuel Zabala.

Discurso de Luis Enrique Rodríguez, ganador del reconocimiento Clemente Manuel Zabala

“Recibir el reconocimiento Clemente Manuel Zabala es una de las mayores alegrías de mi vida… Pero, señoras y señores, para mí y mi amada familia, es mucho más que un simple acto o expresión de felicidad, de contentura, como dirían los antepasados de Gabo, en las calurosas tierras del coronel Aureliano Buendía, de José Arcadio y la inigualable matrona Úrsula Iguarán…

Aceptarlo es una enorme responsabilidad, que asumo con una inmensa gratitud y el compromiso de proseguir en esta tarea con el mismo ahínco, rectitud, serenidad, decencia, humildad, pulcritud y respeto por el oficio… y por nuestra compañía, por nuestros compañeros, por nuestra familia, por nuestro país.

Es la inmensa alegría que deriva de saber que luego de 36 años de trabajo como periodista, de ellos más de 30 años como editor de información en medios radiales, se exalta el trabajo de muchas personas que como yo, paradójicamente, trabajamos en silencio, pero con pasión en medios informativos y contribuimos a formar sociedad, a construir país, este país.

Sí, un trabajo silencioso en el que he aprendido lo más importante: asegurar que la calidad, la solidez, el valor y la importancia de nuestra producción periodística, que llega a millones de personas, a través de otras voces –y a veces también con la nuestra-, suene bien, se escuche bien, se comprenda bien.

Este trabajo nuestro de editar informaciones periodísticas, en este lenguaje de la radio, también procura que tenga el impacto responsable y correcto que merecen nuestros oyentes, esa responsabilidad y corrección que exige y espera nuestra sociedad ávida de información oportuna, viva, transparente, precisa, seria… pero también respetuosa y, por encima de todo, humana. A veces lo olvidamos… Como editores o como reporteros, como jefes o como cargaladrillos, nuestro deber es ¡no olvidarlo!

Entonces, el reconocimiento que hoy se hace a mi trabajo, que es el trabajo de los numerosos editores de radio en Colombia, me deja muy feliz.

Y por eso, en esta fiesta y en esta fecha, y en esta felicidad incomparable, no puedo olvidar esto de Gabo: “Aunque se sufra como un perro, no hay mejor oficio que el periodismo”.

Pero esa felicidad no debe obnubilarme. Soy consciente de la gran responsabilidad que tengo hoy en el oficio de periodista y mucho más en el de editor. Ella, la profesión, o el oficio, como quieran asumirlo y ejercerlo, me ha exigido ese compromiso y esa consagración desde el día, hacia 1988, en que asumí como Jefe de Redacción en aquella empresa radial que me acogió cuando era casi un crío. Desde entonces quedé cautivo, y sigo estándolo, en este oficio cobijado por la tradición oral de los colombianos.

Hoy, ante ustedes, asumo de nuevo el compromiso de enaltecer el legado de Clemente Manuel Zabala. Tiene un peso enorme. Es un legado impreso en letras de molde bañadas en oro, para reconocer un trabajo profesional, profundo, que también fue hecho en voz baja pero con un sello realmente inalcanzable: haber sido el maestro de Gabo. Y, además, ser considerado uno de los pioneros del periodismo moderno en Colombia.

Ahora, cuando se asoma el epílogo de mi carrera, este reconocimiento me obliga a meditar sobre el rumbo que está tomando nuestro oficio, este periodismo que a veces se observa desbocado como nuestra sociedad.

Lo sabemos, lo reconocemos: este periodismo nuestro, el que hace de Iberoamérica una familia unida, es un periodismo valiente, destacado, profundo, apasionado… Aquí, en esta fiesta y en sus medios, en sus territorios y en sus conciencias, es un activo sustancial para la defensa de la institucionalidad. Es la esencia de la democracia… y ella y el periodismo, consustanciales, no desaparecerán.

Hemos de reconocer que por momentos este periodismo rompe límites como si fuera a perder el rumbo… Otras veces, sobre todo entre las nuevas generaciones, se llega a la superficialidad.

Cuántas veces hemos visto que un simple dato enloquece a algunos reporteros… Cuántas veces alguien se desboca y, en el afán de la primicia, encontramos publicaciones sin la correcta y mesurada elaboración, sin contexto, y, lo peor, en algunos casos, sin la suficiente confirmación. Confirmar ¡qué verbo! Es esencial, y si nos descuidamos queda en vía de extinción. Ahora, muchas veces, irresponsablemente, conjugamos ese verbo acudiendo a las redes sociales y no a las fuentes. Y vamos cayendo en una trampa que poco a poco amenaza con devorar al periodismo. No podemos dejar que las redes lo sustituyan. No lo permitamos.

O como decían las matronas como Úrsula Iguarán, en esas mismas tierras por donde deambuló Remedios la Bella: “ajá, cuando mulo no moría, gallinazo ¿qué comía?”

Y ahí estuvo Clemente Manuel Zabala, editor atento, sagaz, certero, orientador, maestro. Ahí debe destacar el trabajo del editor, atajar los problemas, enmendar los errores, velar por la transparencia y equidad, llevar claridad y calidad… Pero también tenemos que aprender de nuestros periodistas, confiar en ellos pero aplicar prudencia y cautela a sus informaciones, alejarlos del perverso poder de la manipulación. Actualizarnos con ellos en el lenguaje de la tecnología y las aplicaciones, pero también cultivar en ellos la curiosidad, la desconfianza y el rigor.

El trabajo del editor debe garantizar que el mensaje cumpla la línea editorial fijada por los superiores, defienda los valores éticos y los códigos básicos de la deontología periodística, la que debe acompañar al periodista, como el zumbido al moscardón, como nos ha enseñado el gran maestro Javier Darío Restrepo.

Trabajo de carpintería como escribió el autor del perfil: trabajar con la veracidad, el rigor, contraste de datos y fuentes, seriedad, transparencia, protección de las fuentes, adecuado manejo del idioma… Y elogiarlos, cuando haya que hacerlo.

En eso trabajo, sobre eso medito de manera frecuente: qué estamos haciendo bien y qué nos falta; de eso mismo hablo con frecuencia con los periodistas más jóvenes, con ellos me nutro también. Y les insisto sobre el adecuado manejo de nuestro idioma, esa herramienta básica y, claro, indispensable de nuestro oficio, que a veces es pisoteada.

Mi compromiso, entonces, al recibir este valioso reconocimiento de la Fundación Gabo, es seguir trabajando por esos valores.

Y doy gracias a Dios, a mi madre que aunque su mente parece estar un poco lejos sé que vive este momento con alegría, a mi padre que, es claro, tenía alma de periodista; a Claudia, Luisa y Laura, la sustancia de mi ser.

Gracias a toda mi familia, a la Fundación Gabo y al jurado por haber encontrado en mí factores claves para este reconocimiento. Eterna gratitud a la gente de Caracol Radio, que es la verdadera dueña de este galardón; a mis directores que durante 36 años me han dado enormes lecciones de periodismo y de vida, a mis compañeros que cada día me recargan de energía… a todos, a ustedes, muchas gracias.

Estoy feliz. El reconocimiento lo comparto con todos los postulados en esta quinta entrega, también para todos aquellos que son o han sido editores… En nombre de ellos recibo este reconocimiento Clemente Manuel Zabala, un editor ejemplar, que orientó la brillantez y la vitalidad del gran Gabo.

Con mi familia, les digo Infinitas gracias por extenderme este reconocimiento… lo recibo con orgullo y con cierta vanidad, y ya lo dijo el gran Gabo: “La incredulidad resiste más que la fe porque se sustenta de los sentidos”… Yo les ruego: permítanme ahuyentar la modestia para decirles: este reconocimiento sí me lo merezco. ¡GRACIAS!”