
El pódcast ha muerto
Por Javier Piñol, miembro del jurado del Premio Gabo 2025 – categoría Audio
Recuerdo, no con demasiada nostalgia, aquellos tiempos en los que uno de los debates filosóficos que sosteníamos con los equipos era si debíamos tratar el formato como un medio o como una categoría en sí misma. Mientras nosotros nos empeñábamos en hablar de series, documentales y entrevistas, el mundo seguía hablando de “pódcast”.
Pues bien, este año, como jurado del Premio Gabo, tuve la oportunidad de sumergirme en una selección diversa y verdaderamente estimulante de trabajos que me confirmaron dos cosas: el pódcast, como categoría, ha muerto definitivamente; y el formato sobresale como el medio más adecuado para un tipo de información y de entretenimiento que, al ser construido para esa forma de consumo, se permite añadir matices ayudando así a ampliar el impacto del contenido.
Hoy, sin lugar a dudas, el audio es un formato consolidado que facilita una manera singular de compartir información y entretenimiento a la altura del papel o del audiovisual.
La experiencia fue reveladora, no sólo por la calidad técnica de las producciones, sino también por la riqueza narrativa y la sensibilidad con que se abordaron temas complejos, urgentes y muchas veces íntimos. Una de las tendencias más claras que identifiqué en los candidatos fue el uso del audio como herramienta de memoria y reparación. Muchos trabajos apostaron por reconstruir historias invisibilizadas, desde relatos de violencia estructural hasta memorias familiares, utilizando el sonido no solo como un canal de información, sino como un vehículo de emoción. Percibí una búsqueda honesta por generar empatía, construir memoria colectiva y abrir conversaciones incómodas pero absolutamente necesarias. La Casa Grande o Diarios Migrantes, sin recurrir a la imagen, otorgan al audio el poder de hacernos protagonistas del dolor, permitiéndonos empatizar con el maltrato o la migración de una forma nunca vista (u oída).
También noté un refinamiento creciente en los recursos narrativos. Los shows nominados no se limitaron a estructuras tradicionales: se atrevieron a experimentar con el montaje, jugar con diseños de sonido innovadores y diluir las fronteras entre documental, ficción y crónica. Esta hibridez formal refleja la madurez del medio y el riesgo creativo que muchos equipos están dispuestos a asumir. Dios, Patria y Yunque o Necesito poder respirar: la vida de Jorge González son ejemplos vivos de ello.
En cuanto a los temas, predominó una mirada crítica al contexto sociopolítico: migración, identidad, justicia social, género y medioambiente fueron algunos de los ejes más recurrentes.
Pero más allá del tema, lo que me pareció verdaderamente valioso fue el enfoque: se evitó el sensacionalismo, se privilegió el testimonio directo, la escucha atenta y la narración situada.
Son historias que no solo cuentan algo, sino que se preguntan cómo contarlo y desde dónde. Humo: Murder and Silence in El Salvador será recordado por elevar el género del true crime hasta dotarlo, por fin, de un propósito.
Ser parte del jurado fue para mí, en definitiva, una experiencia formativa. Escuchar con atención lo que otros creadores están haciendo en este lenguaje nos debería obligar a repensar nuestras propias prácticas y a reconocer el enorme potencial del audio para contar historias con profundidad, belleza y responsabilidad, incluso, en nuestro dia a dia.
Estamos saturados de estímulos visuales y velocidad, pero el audio nos recuerda el poder de la pausa, de la escucha profunda, de la intimidad entre quien narra y quien recibe. El pódcast, como etiqueta, puede haber quedado atrás; pero lo que permanece –y crece– es una forma de contar que no necesita de la vista para iluminarnos. Lo verdaderamente valioso no es el nombre del formato, sino su capacidad de tocarnos, de quedarse resonando, incluso después del silencio.